18 may 2009

Abril.

En la ternura
del silencio siento
como tu alma
acaricia mi cuerpo.

No sé cuánto
tiempo duró
el cortejo,
pero fue poco.

Confusión que
amedrenta el
corazón,

Me posés y
no sé si sigo
vivo o si ya he
muerto hasta

que topo con
la luz del día
y despierto para
saber que es Abril.

Bendita sea la primavera
y tus labios floreciendo.

Este fin de semana...

... me suicido,
ya no puedo con tanta nostalgia,
los día me preguntan por qué te has ido
y no entienden la respuesta de mi poesía.

Entre lineas escribiré mi epitafio
que sólo mis hermanos entenderían,
pero siendo un alma perdida poseeré
a un literato que siga escribiendo, como
hice en vida, lo que el corazón le dicta.

La llama del amor me obligo a derretirme,
ahora soy agua salada de un iceberg.

Sé que tu me extrañas, pero de qué
sirve, si tus labios suturados con
telarañas jamás podrán llamarme.

Alguien, (no sé, el enterrador,
el forense o el extraño en el
funeral) podrá consolarte,
espero que no le cueste trabajo
hacerte sonreir como me costó a mí.

No llores que nada ganas,
acurrucate en estos brazos
mal cruzados y muy funebres.

Quiero ser cenizas, ya no alimento
de los carroñeros, dejen que en paz
descanse mi cuerpo cansado y triste.

Visitaré por las noches tu casa
y comprobaré si es verdad que
por mí no duermes, o si hay otro
sueño que me haga ser pesadilla.

Este fin de semana me suicido
y espero resucitar en el pecho
de una hermosa ardilla.

=RIP=

Delirio.

He escrito tanto y
de tanto muchos
sin sentidos que
repiten: lo único
que quiero es estár
contigo.

Aprendí que puedo
decir: te amo con
veinte palabras y
ser despreciado en
un silencio antigüo.

Conozco el dolor
como a mí mismo
y del cariño soy un
simple extraño.

Vivo al día y fui
cursi para rimar
llorando, ahora soy
rudo aunque se que
me engaño.

Di la vuelta en una
esquina y tomé el
camino más estrecho,
sin salida, sin regreso,
sin descanso.

Atrabesé el desierto
y me mordió la Serpiente,
quise ser Aguila y me
aterrizó el miedo,

me escondí en la selva
y me cazó el Jaguar,
pude haber sido rey,
pero me venció el León,

quise ser hombre y me
enveneno la sensibilidad.

Fui traficante de confusiones
y perseguido por la policia de
la verdad que fui encerrado en el
amor con una condena irreal.

Aprendi a hacer poesía
de la mano del profeta.

Aprendi a llorar en el papel
y a vencer al centinela.

Desperté mil veces
con resaca, lagunas
mentales y mares de
sentimiento inherte.

He sido sincero, ciego
sin rumbo y mi cola de
roedor me hace borrar
las huellas que cambio

por un rastro ilegible
para que sólo el que
sabe de mí, para que
el inocente pueda encontrarme.

Y todo para vivir un sueño
en un castillo de cristal,
sobre una nube gris,
debajo de un millon de
estrellas, solo con mis letras,
mi conciencia y mi experiencia.

Quiero regresar el tiempo
por enjuagar mis penas,
pero no puedo hacer que el
relog camine al reves

para estar contigo
(inspiración que te agotas)
en aquel último beso, unidos
de nuevo por primera
como en la última vez.

Y podría ser que éste
poema no existiera,
quizás una carta cursi
de veinte palabras perdidas

en el silencio de una
mirada cruel, de esa
mirada que como espejo
elaboró estos versos
para usted.

El cuento de los cisnes.

Hay un par de cisnes enamorados
bailando en el lago de plata;
quieren hacer de las caricias
y los besos danza.

Se atraen, se llaman y en la
catarsis de la coreografía se
separan, se miran y callan.

Ella llora porque le duelen
las alas, él pasa su pico por
su espalda, como queriendo
decir: tranquila, todo está en calma.

La música se acaba y los cisnes
salen del lago de palta humedos
y brillantes, pensativos e inconformes,
pues quisieran seguir bailando
sin que le dolieran a ella las alas,
sin que le apretara a él el alma.

Se acaba la magía, quizás mañana
sea el día en que los cines terminen
la pieza dejando una estela plateada
que una los puntos del cielo en la
noche estrellada.

10 may 2009

Desperté sudando.

I

Era mayo había en mi habitación más calor que de costumbre, di vueltas en mi cama y no podía dormir por el calor sofocante.
Me levanté y tomé un vaso de agua, me amarré el cabello, miré el reloj 3:15, muy temprano.
Regresé a la cama y seguí dando vueltas hasta que me venció el sueño. Tenía que dormir, pues al día siguiente ella vendría a vivir conmigo, aquí en este lugar que hasta ahora había permanecido oscuro. Bueno, posiblemente no entiendas lo que te estoy contando y es algo difícil de explicar, pero voy a intentarlo.
Yo, un loco diluido entre la sociedad busqué siempre a esa persona que de otra vida había perdido, la dibujaba en poesía, en sueños, en suspiros, la hacía real en las tardes de ocio y en las noches de vicios. Hasta que la vi por ahí esperando no sé qué cosa y la observé en silencio por mucho tiempo; andaba tras su aroma, tras su rastro, como un perro sarnoso que busca alimento, cohibido, lleno de un sentimiento vago y furtivo.
Pasaron así años, pero un día hablamos fue su voz tan dulce y su mirada tan curiosa que no pude evitar colapsarme y después cortejarla. Tanto tiempo a su lado, no lo sé, soy malo para las fechas, quizás trece o catorce años y fue ayer cuando le dije que viniera a vivir conmigo, no muy convencida, entre las velas y el vino, aceptó.

II

Hoy fue un día excepcional, estuvimos juntos hasta tarde, besándonos, disfrutando y al llevarla a su casa no queria dejarla, se notaba insegura de su decisión, pero yo estaba seguro, había aceptado y vine a mi casa. Al sentirme tranquilo después de un buen rato, cansado me fui a la cama y estuve vacilando el sueño hasta las 3:15, me levanté y tomé un vaso de agua, me amarré el cabello, regresé a la cama y me quedé dormido.
Eran las 5:30 a.m. y desperté sudando, un sudor frío que contrastaba con el calor de mi cuarto, pensé que estaba enfermo, pero no, fue la pesadilla, sí, la pesadilla.
Ella y yo estábamos juntos en la cama y comenzamos a discutir como siempre se exaltó por su carácter voluble y gritó y gritó. Yo que siempre he sido tranquilo y comprensivo me perdí en mi locura y en la suya. ¡No sé qué me sucedió Dios mío! Tomé su cuello entre mis manos y la maté, la maté llorando, luchó, pataleó, intentó defenderse, pero mi corpulencia y mis venas inflamadas la sometieron. Poco a poco dejó de luchar su cara se puso azul, sus uñas enterradas en mis brazos, y su último aliento se perdió cuando me alejé. Me senté en el piso, a un lado de la cama, a un lado de su cuerpo y su cara que veía al techo cayó de lado, como si hubiera querido verme y sus ojos blancos me despertaron.
Me quedé en la cama con los ojos bien abiertos como media hora, como todo el día hasta que sonó el despertador y fue momento de levantarme.

III

Estuve consternado por el sueño, pero mi vieja decía que cuando sueñas la muerte de alguien haces que esa persona viva más tiempo y la idea me consoló por un rato.
Hice mis labores cotidianas, me arreglé y fui a buscarla. ¡Oh! Estaba hermosa, como nunca, sonriente, para entonces sus miedos se habían disipado, sus padres estuvieron de acuerdo, estuvimos en su casa un rato y nos fuimos.
Celebramos, aquel día fue como ninguno.
Estuvimos cansados fuimos a dormir.
Pasó la noche entre mis brazos, en la cama, con su aroma a maderas que me enerva y me sentí tan bien que se acabó el insomnio.
No sé cuánto tiempo pasó, pero ya me sentía incomodo de tanto dormir. Algo pasaba, yo no estaba costado, sentí frío, mi cara mojada, abrí los ojos y estaba en el piso sentado, levanté la mirada y me mataron sus ojos blancos.