14 sept 2009

Acuerdo.

En ocasiones, como hoy, no puedo más,
y me dan ganas de gritar y de decirte
que cuando te metes en tu burbuja me desesperas.
Pero mi corazón me dice que te amo y que no puedo.

Entonces se derrumba mi interior por las
discusiones sin sentido. Entonces te imagino,
en un futuro, siempre diciendo lo mismo:
-¡Es que yo soy así, y nunca cambiaré!
Llorando por el mismo pasado con olor a destino,
marchitando toda rosa de esperanza
que se cruce en el camino.

Pero siempre sigue germinando, y crece
y se derrama como el mar en mis escritos,
como pez dorado de la pecera que traigo
en el pecho, como luz que alumbra el camino.

Y a veces pienso si es necesaria tanta
fricción para encender el incienso,
si hace falta tanta ceniza para que de ellas
resurja el fénix de nuestro cielo.
Y no me respondo, y no puedo.

Simplemente necesito que me digas:
¡Te amo! en el justo momento en que debes
hacerlo. Yo no digo que sea todos los
días, todo el día, ni con palabras,
ni con caricias, ni con besos.
Sólo una mirada ¿Recuerdas? como aquellas
miradas que se frecuentaban en nuestros
corazones jóvenes y enamorados, cuando
fue tiempo de mayo, hace dos años,
cuando todo era así, como debe ser.

Y entonces pienso con el corazón, pero
el corazón se hizo para querer y no para pensar,
pero no puedo dejar de hacerlo,
y tu nombre siempre vivo como el fuego
que me enciende, como el viento que me apaga,
como la tierra que me sostiene, como el
agua que me humedece.

Me dan ganas de llorar, te lo juro,
a veces, cuando dices que pongo mi cara
"de contar hasta diez", es porque estoy
apretando la presa para que no salga
por los bordes de mi cara esta tristeza
que se muere cuando de nuevo me miras
y me dices dulcemente: -Calma.

Y disfruto, lo juro el murmullo de tu
piel cuando estás entre mis brazos, y
adoro, lo prometo, el tierno respirar
de tus labios mientras sueñas, y me dan
ganas de meterme en tu pecho y decirte
también que te cuido mientras duermes,
pero no puedo y te lo digo cunado despiertas.

Esto no es cuestión de orgullo, ni de
ver quién de los dos es el más fuerte,
o el más pendejo, sólo es cuestión, amor mío,
de llegar a un simple acuerdo; tan simple
como vernos de frente y decir que el otro
es un espejo, maquillarte, peinarte, ver
que al fin te gusta tu reflejo.

Pero dime amada lectora: ¿Por qué algo tan simple
no podemos? Yo sólo pido que recapitulemos,
y vayamos a aquellos días en los que decir
lo siento no era tan complejo, y vivamos en
ellos, como si fueran nuestro hoy, nuestro mañana,
nuestro tiempo entero, y seremos felices,
felices y totalmente propios en lugar de ajenos.

Ahora, permíteme pedir disculpas por mi actitud
irreverente, aunque yo diga que te has equivocado
y mil veces para mí sea cierto, recalco, pido
disculpas por ser irreverente, sé que no habrás
de cambiar y lo aceptó, porque para mi el amor
es totalmente, volverse humo para entrar en
un recipiente en que ambos se acoplen y sin palabras,
sin caricias, sin besos. Sólo con el puro roce
de su sustancia en ebullición, puedan decirse:

¡Te necesito! ¡Te amo! ¡TE ENTIENDO!