26 ago 2012

II.

Hace como mil litros de diesel
que no me camina el trailer,
y estoy aquí metido bajo una concha
que se me quedó atorada
porque engordé
de pura pinche verguenza.

Ya sé que no sabes de ella
y la verdad no hace falta,
es sólo una colegiala
escondida
bajo la falda recojida
y la humedad de una marea
que nomás la luna controla.

Ella,
por otro lado,
tampoco sabe nada de ti.
Y no hace falta,
tu eres la humedad de una marea
dormida en mi mano derecha
y sólo cuando despiertas
agacho la cabeza
y paso
y me volteó
y no te veo,
como macho que soy,
la carne del precipio de la espalda,
pero cierro los ojos
y te miro desde ese aroma,
que deja tu cabello cuando me ignora.

Seguro no sabes nada de mi,
porque soy un holograma,
y tú tienes una mirada curiosa
que no sabe si la están engañando
la camisita y el saco
o si lo que engaña
son los sumos del negro
con su medio kilo de mata
que discretamente te anda merodeando.

Sólo calla,
mírame y espera,
sigue con tu andar solitario,
porque el día menos esperado
me convierto en el asfalto
que te lleva a casa,
o en el sofa donde tomas la siesta
y en la llave que abre tus puertas
que no tienen cerrojo,
o en la cama que te cobija la espalda
y en el sueño que te mantiene
toda la noche en posición fetal,
o en el feto que abortas,
todas las mañanas antes de despertar.

Y un espiral,
y un caracol que vive en mi mochila
y que nunca encuentro,
pero todo lo llena de baba,
de asquerosa baba verde,
y de tus labios
que siembro pero no me dan frutos,
o de tus pasos que cada vez
más te pesan,
o de tus ojos que le regalaron el brillo
a un farol
en una calle
que nadie ha caminado,
pero que sé donde está.

Respira,
sólo es cuestión de tiempo
para que este cúmulo de mierda explote
y entonces pueda llegar a tu pulcro
y no culto
lo que sea,
y lo oculto
se hará público
y lo público
te dará lo que estás buscando
y que después de un poco de arena
no encontrarás en este poeta.

Pero nada habrá de quitar
de tu cuero
ni de mis letras
ese embudo que te detuvo
hasta el día en que te esfumes de mi...